Soy básicamente vegetariano. Rechazo la cultura de la carne: sus perjuicios para la salud y el despilfarro económico que supone. Podría, pues, haberme llenado de alborozo la alerta de la OMS sobre los efectos cancerígenos de la charcutería y la carne roja. No ha sido así. Soy demasiado suspicaz. El colmo ha sido toparme con un artículo que El País destacaba hoy ostentosamente en su portada en línea (ver imagen superior). Vale, seguro que no es nada, pero…

Hay por ahí un libro muy olvidado o ridiculizado según el cual la dieta humana original era vegana. Más adelante, sin abandonar ese ideal, recoge unos preceptos que se adaptan a la “degeneración del paladar humano”, pero prohibiendo una serie de carnes (entre ellas, la de cerdo). Hablamos de hace unos tres mil quinientos años. De entonces acá, ya no es solo el paladar: también han degenerado mucho hasta las carnes «limpias» (la desnaturalización provocada por los procesos industriales algo tiene que ver en ello). Además, la codicia de los amantes del lucro no ha hecho sino reforzar el colosal, antieconómico y antiecológico dispendio de recursos implicado en la masiva cría de ganado para satisfacer la voracidad de los amantes de la carne.

«Comer carne es invertir el orden histórico y validar la injusticia», destaca El País del artículo ya citado. Gran verdad, pero, ¿desde cuándo a ese diario, tan hedonista, le preocupa tanto el consumo de carne como para resaltar la frase en portada? ¿Y desde cuándo le inquietan las injusticias? ¡Si es el mismo periódico, ultracapitalista, que justifica y promueve atroces guerras imperiales y golpes de estado valiéndose de sistemáticas patrañas para ello!

Pero también merece evocarse que este mismo diario ha promocionado como nadie, en años recientes, las campañas de la propia OMS. En particular, la que en 2009 nos aterrorizó con la famosa gripe A (o “gripe porcina” y gripe artificial). Entonces, al socaire del pánico creado por la OMS, relevantes instituciones sanitarias internacionales efectuaron estimaciones catastrofistas sobre el número de personas que se verían afectadas por el virus mortal («entre un 40% y un 50% de la población europea»). A los críticos de aquel montaje, El País les dedicó las burlas más acerbas. Aunque el número de muertos no pasó de unos miles (menos de tres mil en Europa, frente a los millones “previstos”), El País nunca rectificaría lo esencial de su campaña.

Con tales antecedentes, ¿resulta “conspiranoico” hacerse preguntas? ¿Qué le lleva ahora a la OMS a perjudicar los intereses del sector cárnico? ¿Es solo el carácter benéfico de esta organización (con ‘M’ de Mafiosa al menos desde que se entregó a la industria farmacéutica y montó las famosas pandemias)? ¿Realmente no conocía antes la toxicidad de la carne como para no haberla denunciado ya? Por mal que pensemos de la entidad que dirige la señora Chan, no parece que pueda reducirse el asunto a un negocio especulativo en los mercados de futuros. ¿Soy demasiado mal pensado al preguntarme si hay segundas intenciones? ¿Andan desesperados por gestar una nueva recesión mundial? ¿Tratan de marearnos, de distraernos de algo…? (¿O es que ha tomado el poder en la OMS el lobby de la Nueva Era? ¡Ejem!).

Habrá que seguir pendientes del asunto. Pero insisto, seguramente no será nada…